lunes, noviembre 07, 2011

Ensayo

En el nombre
de la Rosa


Por Rossana Gabriela
Prieto Martínez

En un viaje inimaginable Umberto Eco nos transporta, en manos del ingenioso director Jean-Jacques Annaud, a recorrer la Abadía enclavada en el norte de la Roma del siglo XIV. En medio de unas extrañas muertes que podrían revelar el secreto que se esconde entre aquellos muros de piedra, se manifiesta ante nosotros las ideologías más increíbles e inauditas, la pobreza y la riqueza se contraponen, la herejía se manifiesta en un cuerpo de mujer que seduce, la que se apodera del alma preciosa del hombre y lo lleva a la más amarga de las muertes.

La palabra divina de un Dios cuya procedencia es una realidad de la que nadie ha sido testigo, se hace presente en las voces de los obispos que defiende la riqueza de la iglesia y desprecian la humildad de los Franciscanos, quienes son para ellos objeto de repudio y faltos de fe. Una guerra se desata entre dos mundos diferentes que se rigen por un mismo gobernante, cuyos salmos y liturgias, indican que así como el monje debe de callar y obedecer sin cuestionar su fe, así lo deberán hacer sus fieles, aunque esta se vea tentada por la presencia inventada del Demonio que camina entre los pasillos de la abadía y se manifiesta ante ellos para tentarlos.


Fundadora del miedo ante lo pagano y el pecado, la iglesia manipula desde su culto la famosa palabra de Dios, lucha para someter a aquellos que intentan renunciar a sus creencias y ceder ante las sombras que se ocultan entre la fe y la razón. El oscuro secreto de Aristóteles los persigue, un libro que esconde entre sus páginas las palabras que podrían hacer dudar a las personas de la palabra divina y alejar el temor con una simple acción, reír y descubrir la verdad


Y he aquí que el clérigo gobierna no sólo a sus fieles, sino al mundo entero, donde los pobres son ajenos a ellos y les sirven de siervos, donde lo único que debe importar es mantener a línea a aquellos que intentan dudar de la presencia divina de un ser supremo que todo lo ve y todo lo juzga. La Religión, es lo insuperable y lo magnifico, la duda podría ser su más temible enemigo y derrumbar sus pilares.


Eterna contrincante de Dios y aliada del Diablo según los creyentes de la fe, la risa era el pecado más abominable, el rostro se desfiguraba por la obra de Satanás que así se manifestaba, sin el temor a él ya no habría necesidad de Dios y todos podrían reírse de todo. Su reino caería como un juego de naipes si las dudas surgieran, cuestionando el proceder de la iglesia y su hermana bastarda, La Santa Inquisición.


Y por los siglos de los siglos su gobierno continúa manejándolo todo, se deja escuchar cuando siente amenazada la fe católica, ahí levantan la voz para prohibir o castigar, para someter o excomulgar.


Pero la razón se opone y busca respuestas, el hombre cuestiona los detalles más insignificantes que le brinden la información que busca, conocer para dominar, seguir las leyes de la naturaleza e ir tras la búsqueda de la verdad y el raciocinio, pensar es la clave, analizar los hechos más insólitos que le permitan avanzar en su conocimiento es el primer paso para salir del letargo al que ha estado sometido por mucho tiempo, se quita el yugo de la iglesia y actúa bajo su propia responsabilidad.


El despertar de la conciencia humana se ha visto limitado ante los hechos, el conocimiento es poder y no es para todos, mantener al catolicismo y a sus seguidores ha sido y seguirá siendo la prioridad de la iglesia, el control de la moralidad y los valores no pueden disolverse pues esto equivaldría a la destrucción de una magnifica historia de miedo y temor infundado en las leyes que el hombre creo para ser escuchadas por sus seguidores, inventándoles imágenes para venerar, edificando templos para adorarlos y para que sea allí donde el control no se salga de sus manos. Pero en realidad Dios (si existió) fue un filósofo de su época, transmitía su conocimiento como cualquier maestro a su discípulo.

Nada nuevo hay bajo el sol, pocos son los seres humanos que se han cuestionado este poder auto otorgado, pocos son los que buscan en los filósofos los cuestionamientos que se hicieron y repensarlos, hacerlos suyos y apoderarse de la verdad que se oculta bajo la manga del cardenal o el sacerdote.