sábado, octubre 15, 2011

Óscar Chávez, potencia e ironía


Joaquín Ríos Martínez*


El Festival Sonidos de la Tierra inició con un homenaje a Thomas Stanford (Albuquerque, Estados Unidos, 1929), uno de los etnomusicólogos de mayor trascendencia en México; y a Refugio Tecuanhuey quien nació el 4 de julio de 1916 en la comunidad de Santa María Tonantzintla, violinista y Director General de la Orquesta Típica de Puebla hasta 1995.


Pero el punto culminante de esta noche fue el concierto de un Óscar Chávez completo, con una voz aún potente y el ánimo rebosante. No comenzaba a hablar, a presentar a los músicos, los hermanos Morales cuando las cascadas de aplausos lo ruborizaban.


El concierto comenzó apenas rebasadas las 20:15 horas, su voz grabe conjuntando sones de Guerrero, Veracruz, Oaxaca, e incluso los sin patria, sones del dominio popular, de por conocidos hechos coro por el público que una vez más colmó el recinto poblano.


Vamos a escuchar la magia de la jarana, dijo, y a ello se unió la guitarra, el bajo, el acordeón y el arpa, de los cuatro integrantes de un concierto que hablará de nuevo de la gran voz de Óscar Chávez que del limbo habó al San Pedro Museo de Arte de la canción urbana, de la copla y la décima. Los cuatro ataviados, como desde hace muchos años, de negro.


Sones como La sandunga, La figura, El churumbel, El tecolote, La guacamaya, El guapo, El gorrión, La tarasca y así hasta llenar 80 minutos de viejos y desconocidos éxitos en su compás. A Óscar Chávez le brotan las palabras, los sonidos, las frases sin esfuerzo, no requiere de la gesticulación ni del ritmo corporal, se concentra mientras lee las páginas pautadas y eleva un grito de guerra.


Letras que a propósito han inundado por generaciones la palabra contestataria de lucha y clamor, alejado siempre de la faramalla y los reflectores, el trovador se confiesa en cada espectáculo y recuerda a los malos políticos, a los corruptos, a las amantes, a los campesinos, a los militares, a Juárez, a don Porfirio. El público es más que un espectador, es cuando menos dos generaciones de ciudadanos comprometidos con las esperanzas de un pueblo.


El maestro se dio tiempo de ironizar después de un afortunado solo de jarana: “no nos van a aceptar en la Academia, o a lo mejor si, eso si sería muy malo”, y las carcajadas no se dejaron esperar.