Entrevista a Beatriz Meyer
El Mundo de aquí,
o el infierno en la cultura
Joaquín Ríos Martínez
En el contexto de
la presentación del libro más reciente de la escritora Beatriz Meyer, platicamos
con ella acerca de Su mundo, su proceso creativo, el infierno y la felicidad. Y
de la situación incierta de las instituciones culturales en Puebla.
¿Beti, cuál es el Mundo
de aquí, en tu mundo?
-El mundo de aquí en mi mundo es un
lugar que le da espacio a la maravilla y a la decadencia, a lo nimio y a lo
espectacular. La aventura de habitar un país como el nuestro ha ido poblando mi
imaginario de imágenes y de temas que ya desde mis cuentos han asomado una y
otra vez: la venganza, la desigualdad en las relaciones entre hombres y
mujeres, el sometimiento, la esclavitud y el desamor.
Quizá mi contacto
permanente con mujeres de todas las edades me ha hecho muy consciente de la
enorme necesidad que tenemos de expresarnos, de visibilizarnos a través de las
letras o de otras manifestaciones artísticas. Ese es el mundo de aquí en mi
mundo: múltiples voces de mujeres que cuentan sus historias a través de mis
textos, comenta la también autora de Para
sortear la noche (1995), reeditada en 2005 corregida y aumentada.
¿Cómo se construyó esta novela, a partir de qué
vivencias y observaciones?
-Esta novela
nació como una forma de atenuar la carga emocional de estar escribiendo una
novela muy violenta. Pero la configuración de mi personaje no me permitió
usarla para mi distracción. Andrea fue consolidando su posición y tuve que
escribir su historia, basándome en un caso que me platicó mi amiga Minerva
Glockner, que en paz descanse. Ella era psicóloga especializada en atención a
víctimas del delito y a veces me contaba historias terribles. Ella quería
escribir un libro de relatos que nunca empezó. Me di cuenta de que Minerva me
pedía escribir el caso, pero no me animé a situarlo en Puebla porque hubiera
sido inverosímil, agregó la comunicóloga y escritora de Este lado del silencio (2011). Preferí llevarlo al territorio
intangible de una ciudad como el DF.
Las historias de
Andrea son apuntes que fui haciendo a lo largo del tiempo, cuentos y personajes
inspirados en personas reales, aunque en realidad el único personaje basado en
su totalidad en alguien de carne y hueso es la psicóloga Rayo, calcada de la
personalidad de una querida amiga.
¿Qué es el infierno, es el mismo para unos y otras?
-El infierno es
la violencia, el abuso, el maltrato, la falta de felicidad y bienestar para las
mujeres. Los hombres, a pesar de que sufren los excesos e incomprensiones de la
globalización y el liberalismo económico, siempre tienen maneras de salir adelante.
Muchas veces es esclavizando a la esposa o a la novia para que traiga el dinero
a casa. Y no digo que los hombres tengan todo asegurado, pero sí tienen muchos
más espacios. Ahora, por ejemplo, la nueva administración municipal de Puebla
ha incluido una aplastante mayoría de hombres en los puestos de decisión. Lo
ganado en otros trienios se fue a la basura. La inercia es fuerte, casi
invencible, asegura Beti Meyer.
¿El camino al paraíso normalmente pasa por el
infierno?
-No creo que haya
normalidad en ese concepto. No creo tampoco que debamos sufrir mucho para hacernos
merecedores de un poco de felicidad y de armonía. Ese tema tan cristiano
estropea la visión objetiva de lo que somos, de lo que merecemos. Las mujeres
hemos pagado con muerte y dolor nuestra subordinación respecto de las
instituciones patriarcales. Creo que eso ha creado una idea curiosa: el paraíso
de los hombres no es el mismo que el de las mujeres.
En este sentido –agrega-,
si les dieran a escoger (a las mujeres),
muchas quizá vivirían por su cuenta y visitarían a los hombres solo de vez en
cuando. Pero tienen que acatar las reglas de lo social, casarse, tener hijos, mantener
a la familia, olvidarse de quienes querían ser. La insatisfacción es el boleto
al desastre.
¿Cuánto tiempo te llevó la escritura de esta novela?
-Me llevó cerca
de dos años, pero no porque sea una novela de muchas páginas, sino porque
siempre he sacrificado el tiempo de mi escritura al trabajo de otros, desde
correcciones pagadas hasta la traducción de textos varios. Eso sin hablar del
trabajo que desempeñaba en mi calidad de coordinadora de la desaparecida Escuela
de Escritores IMACP-SOGEM.
Aparte de mi trabajo administrativo, yo daba muchas
clases en el diplomado y también muchos talleres. Esas actividades me mantenían
muy en contacto con el trabajo literario y las propuestas y proyectos de mis
alumnas y alumnos. Pero me alejaba de mi propio trabajo.
Siempre me he confiado, quizá porque en realidad escribo muy rápido. Solo es
cuestión de sentarme frente a la computadora y en unas horas tengo redactadas
varias cuartillas. Lo que me lleva mucho más tiempo es corregir. Soy maniática
en ese sentido.
Para finalizar
¿Qué te parece la situación que enfrenta Puebla en lo referente al arte y la
cultura, sus espacios físicos y la falta de crítica social?
-Es un fenómeno
complejo, y como todo lo complejo no tiene una respuesta sencilla. Hemos dejado
que se impongan decisiones, caprichos de políticos, ideas de lo que “debe” ser
la cultura. Las autoridades actuales, por ejemplo, no dan una. El CECAP es
ejemplo de esta circunstancia. Está paralizado. No ofrece nada ni a los
ciudadanos ni a los artistas y creadores del Estado de Puebla. Se pasó un año
sin que saliera la convocatoria para los estímulos a la creación del FOESCAP. Y
no informan siquiera porqué.
Quizá con la
llegada del nuevo secretario las cosas mejoren. Una buena señal es la salida
del subdirector de publicaciones, quien se llevó sus negocios editoriales al
IMAC, cuya directora pretende convertir la gestión cultural en “una forma de
ser” con ayuda de una pléyade de extranjeros que no conocen ni la ciudad. Ese
grupo llega con ínfulas cosmopolitas, deseoso de convertir a Puebla en un
experimento barcelonés. Dicen los más atemperados que debemos darles la
oportunidad de demostrar sus propuestas. No nos quedará más que esperar a ver
los primeros resultados. Pero tratar de imponer criterios podría resultar de
nuevo en el desinterés de la comunidad de creadores.
Por otra parte –continúa
la autora de Sucedió un cuerpo (2012)-, la falta de unión
entre artistas se debe justamente a los muchos años en que los malos
administradores (aunque, aclaro, también los hubo buenos) fueron propiciando la
aparición de grupos antagónicos. Eso es fácil. Basta con ofrecer algo a unos en
detrimento de los otros para que la población de artistas se divida.
1 Comments:
Hola, sólo quisiera mencionar que, por un error de redacción, no se entiende que la novela "El mundo de aquí" la escribí al mismo tiempo que otra, muy violenta. Para escapar de la primera, empecé a escribir la segunda. Y la terminé primero.
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