lunes, julio 18, 2011

Entrevista a José Pascual Buxó

La poesía, una
explicación de
la manera particular
de mirar el mundo

Joaquín Ríos Martínez*

No existe una definición de la poesía que cubra todos los aspectos de este trabajo que se realiza mediante la lengua pero que atañe a las vicisitudes del espíritu humano; pero podemos acercarnos a la poesía de muy diferentes maneras.


Estas son –explicó el poeta y académico José Pascual Buxó en exclusiva a Síntesis- desde la académica donde se sitúa el contexto histórico; una segunda a partir del estudio minucioso de los recursos lingüísticos, de los procesos libres, llenos de creación e imaginación y, otra manera más espontánea, menos hermenéutica, que es la del lector gustoso de la poesía.


El crítico, por mejor armado que se encuentre, con instrumentos de carácter filosófico, estilístico, semiótico y cultural, si no es primero un buen lector gustoso de la obra será un hacedor de escritos a propósito de algo que no ha logrado desentrañar, sentenció el investigador español avecindado en Puebla.


Cuando uno escribe ¿qué es lo que pasa por la cabeza de uno? ¿Cuál es la intención y en estado de animo? O la tensión del espíritu. Es difícil decirlo con precisión porque cada poema se escribe desde un momento único, lo que lo vuelve una obra única. Una exploración hacia nuestra manera de imaginar el mundo, de explicarnos a nosotros mismos quienes somos con nuestras vivencias íntimas pero también sociales a través del lenguaje mediante el cual expresamos nuestros deseos, compromisos, eso es hacer comunicación fuera del lenguaje respondió en esta charla Pascual Buxó (Sant Feliu de Guixols, Girona, el 12 de febrero de 1931).


¿La poesía requiere de la comunicación o sólo es expresión?


-Este es un punto muy importante –respondió el fundador de la Maestría en Literatura Mexicana de la BUAP, en el marco de su homenaje dentro de las Sextas Jornadas Internacionales de Poesía Latinoamericanas que se desarrollan en Puebla hasta el 7 de julio-, yo creo que la poesía se escribe para comunicarse con alguien no abstracto, sino seguramente con un interlocutor que responde al acto de intención escritural.


Escribir un poema es un momento de tensión particular en que el lenguaje descubre relaciones no usuales, zonas ignoradas de nuestra propia experiencia y de nuestro propio deseo de apoderarse del mundo, y de la memoria de lo que ha sido en nuestra tradición cultural.


¿Hay una apreciación general de que existe una barrera intelectual entre la poesía y el lector?


-La barrera existe pero no porque la poesía sea elitista sino porque no leemos poesía. Alguien dice “no me gusta la poesía porque no la entiendo”, sin embargo lo que pasa es que no leemos todos con atención, no nos familiarizamos con determinados lenguajes. No exploramos las metáforas, por ejemplo.


La poesía es universal en cuanto que apela a los sentimientos, con variantes y matices, para todos, pero es absolutamente particular e individual y entrañable. Deseamos dar en un texto no sólo razón de lo que somos sino de unas capacidades de interlocución de lo ordinario de un lenguaje comunicativo.

¿La lectura de la poesía como el arte en general requiere de lectores experimentados?


-El poeta también se va haciendo, va prendiendo y forjándose a sí mismo en su lenguaje, y éste seguirá reflejando su imagen y la del mundo que le interesa. Hay otra manera de entender la poesía y de escribirla y es hacer de la metáfora otra metáfora. La poesía comienza siendo una experiencia humana plenamente emotiva.


Para ser poeta lo primero que se tiene que hacer es leer poesía, y decir: esta clase de escritura me interesa o me inquieta.


“En 1954 aparece su primer libro poético Tiempo de soledad, al que le siguen: Elegías (1955), Memoria y deseo (1963), Boca del solitario (1964), Materia de la muerte (1966) y Lugar del tiempo (1974. Entre sus numerosos libros de ensayo y crítica literaria destacan: Góngora en la poesía novohispana (1960), Muerte y desengaño en la poesía novohispana (1975), Ungaretti y Góngora (1978), Los tres sentidos de la poesía (Garcilaso, Góngora y Quevedo) (1981), César Vallejo: Crítica y contracrítica (1982), Los desatinos de Santa Teresa (Hacia una semántica de las comparaciones místicas) (1983), El enamorado de Sor Juana (1993) y Sor Juana Inés de la Cruz: Amor y conocimiento (1996). Y entre sus antologías señalamos La generación del 98. Antología poética (1959)”.


¿Cómo comenzó su camino por la poesía y cómo avanzó?


-Yo comencé tratando de imitar a Antonio Machado, a Juan Ramón Jiménez, o a Pedro Salinas, hasta que uno va descubriendo los poderes de la expresión verbal. Yo sigo en la búsqueda de mi voz propia. Nunca sabemos, de hecho, el lugar de nuestra expresión o de nuestra persona misma. Uno se descubre a si mismo a diario, pero aún así queremos compartirle.


Yo me dedico a la literatura colonial, virreinal en la Nueva España. Es un periodo importantísimo a mi juicio porque dentro del contexto de una Colonia aparece un nuevo propósito. Somos los herederos de la gran tradición española. A sor Juana Inés de la Cruz no la podemos entender sin Góngora o sin Calderón de la Barca o Quevedo, sin embargo ella es algo más. Se crea una nueva nacionalidad sicológica de la sensibilidad y el arte.


Hay mucho después de los mexicanos de la independencia y de la revolución. La literatura no buscó ni busca, como entonces, una independencia política busca una cultural. La literatura de los siglos XVI, XVII y XVIII es el lugar donde comienza la fusión de diferentes emociones que desembocan en los mexicanos de hoy.


*Entrevista para el diario Síntesis de Puebla, 6 de julio de 2011.