martes, febrero 16, 2010

La Verdadera Verdá (opinión)

Identidad nacional…
o vergüenza pública

Joaquín Ríos Martínez*

Cuando hablamos de identidad nacional normalmente queremos referirnos a los rasgos distintivos del carácter del ser mexicano, a su sensibilidad y formas de desarrollo y organización. Pero en realidad, existen múltiples identidades que dependen de las regiones del México habitado.

Aún así, ¿Cómo pedirle a alguien que se sienta incluido, si el Estado, por razones insondables no lo convoca? ¿La identidad se escoge, se hereda, se mama o se aprende?

Podríamos entender que la identidad cultural es afín si se ha crecido en un entorno semejante donde se comparte organización, idioma o gastronomía. Si crecimos en la misma ciudad en donde hemos aprendido a referenciarnos e identificarnos en “él otro”, en el semejante física y moralmente, en aquel que tienen los mismos derechos por ser “igual”.

¿Por qué entonces dentro de una misma sociedad existen tantas y tan grandes diferencias de trato? El racismo de elite subyace en la política pública y se desvirtúa en sus servicios urbanos.

Algunos puntos que nos unen irónicamente son la deficiente educación, la falta de desarrollo cultural local, y la poca costumbre de desenmascarar la hipocresía y corrupción. Cómo podríamos sentirnos ligados a una identidad nacional en este 2010, año del Bicentenario de la independencia y el Centenario de la revolución mexicanas si el gobierno apunta a embellecer una ciudad no para sus habitantes sino para los visitantes.

Se han gastado millones de pesos en la recuperación de un Centro histórico que abarca unas cuantas calles, con sus sendas sin banquetas y sus alteraciones en la imagen urbana. Sin embargo los puntos neurálgicos el centro siguen en el abandono: las calles 2 y 4 norte de la 14 a la 18 oriente mantienen sus baches, lumbreras y lozas gastadas de tiempos de la revolución. Las lámparas, el adoquín y la pintura mantienen la remembranza de épocas históricas con olor a humedad, se han encasillado en la imagen de la pobreza de un centro histórico olvidado.

Las citadas calles guardan también, celosamente, pasajes de la historia y aún identidades culturales dignas de rescatar, en la periferia de esas calles están los conventos que vieron en sus bodegas “clandestinas” el oro y la mirra, las obras de arte de las iglesias (santa Rosa y santa Mónica); la Iglesia de San José, Capilla de Cantería que data de los años 1590. La capilla de Jesús de Nazareno es una obra de piedra labrada, tallada completamente a mano con martillo y cincel. La portada tiene columnas y pilastras cubiertas de azulejo. 2 Norte No. 1803 (Las calles de Puebla, de Hugo Leicht).

Los parques San José y Luis Cabrera (en proceso de erosión); la primera cárcel y los juzgados históricos, el monumento a los franceses.
Y cómo decirle a todos los habitantes de estos barrios que somos ciudadanos de segunda, que nuestros impuestos, retenidos por los salarios valen igual pero no para nuestros servicios: pues las calles sucias, los parques maltratados, la falta de iluminación o el desorden urbano lo anuncia.


El arte y la cultura en este lado del centro histórico es un raro objeto de consumo.

¿La identidad nacional está entonces en la tristeza, la pobreza, desesperanza y engaño que propicia el político mexicano? Cuidado ha dicho la Verdadera Verdá de forma reiterada, vienen épocas de campañas políticas y electoreras, “de lengua me´cho un taco y de ojo pa´sus habladas.

*Periodista cultural. Diplomado en Administración de las artes. Diplomado en Desarrollo y Gestión cultural. Este y los textos anteriores en: achtli05.blogspot.com; Pueblahoy.net; criticarte.com; razonesdeser.com; revista Culturista; Fanzine 3D2.