domingo, julio 19, 2009

Kronos, Aicon, Kairos... (opinión)


Maldito Lizalde

Roberto Martínez Garcilazo*

Eduardo Lizalde (14 de julio del 1929; Ciudad de México) es un caso singular en la historia literaria mexicana. Es un renegado, un apóstata que abjuró de los dogmas de su fe estalinista y, por medio de una brutal des-ilusión, instauró un mundo poético que bien podría nombrarse –por oposición - el Jardín Maldito.

Eduardo Lizalde es –fue- un relapso de la iglesia laica del comunismo, un infiel que renunció al opio de los intelectuales.


Es un poeta que, en el ámbito de lo simbólico, trasgredió mediante una personalísima poética del mal las instituciones sentimentales y retóricas de su tiempo, al publicar, en 1970, El tigre en la casa.

Un poeta que bebió en las fuentes clásicas, en las francesas y en las aguas ardientes del Modernismo Mexicano (Ramón López Velarde, Efrén Rebolledo y, por supuesto, Manuel José Othón).

Después de su expulsión del Partido Comunista Mexicano, en 1960, Eduardo Lizalde inició el largo trabajo de instauración de su nuevo mundo. Una vez echado fuera del paraíso dogmático por los comisarios de la utopía, Eduardo Lizalde transformó radicalmente su poética. Transitó del expreso compromiso político (La mala hora, 1956) al malditismo (El tigre en la casa, 1970) a través de un profundo proceso de renovación –de transfiguración de sí mismo- representado en Cada cosa es Babel (1966), un poema de corte filosófico en el que el poeta, por medio de una reflexión sobre la relación del nombre y el referente redefine los nexos entre la palabra y la cosa, entre el hombre y el mundo, hasta arribar a la concepción de la poesía como instrumento de trasgresión y destrucción simbólica de la realidad. Dicho con otras palabras: lo que no fue capaz de realizar la utopía, la poesía lo consumó.

Eduardo Lizalde se asumió, en su jardín vicioso, como un cínico Adán que nombró otra vez las cosas, creando alrededor suyo un bestiario y una flora alegóricos con los que pobló, confirió nuevo sentido y humanizó violentamente el mundo.

Eduardo Lizalde es un poeta maldito pero no es un marginal, toda vez que actúa desde el corazón mismo del status quo cultural. Recordemos: además de ser Premio Nacional de Letras y Lingüística (1988), es director de la Biblioteca de México José Vasconcelos y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

Recordemos también que Walter Muschg al referirse a los poetas malditos, afirmó que, después del Romanticismo “(…) La enemistad del artista contra el burgués se hizo mortal. El artista perdió sucesivamente el derecho de ciudadanía exterior e interior en la sociedad y pasó a ser un parásito, un fugitivo que debía contar con su ajusticiamiento (...) Fugitivos de la clase burguesa, los artistas aparecieron ahora junto a los resignados. Prefirieron la proscripción e inventaron la existencia secreta en el seno de las grandes ciudades modernas. A sus ojos el anatema del ridículo o de la criminalidad era el título de nobleza que distinguía al poeta en una época agonizante (...) En las grandes ciudades, sobre todo en París, este santuario de la libertad artística, se reunió todo lo que no quería someterse al desencantamiento del mundo (...) En esta sima, los poetas fueron los primeros que expresaron la corrupción inconmensurable de Europa y señalaron lo desesperado de su situación.

Hoy cumple ochenta años el poeta que en su adolescencia vivió en el barrio de San Francisco cinco años que fueron –son palabras suyas- una de sus grandes tragedias. El próximo domingo 19 en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes le rendirán homenaje Ernesto de la peña, Vicente Quirarte y Evodio Escalante.

Celebro el aniversario del maestro, alzo mi copa y cito sus versos –son del Cave Carmen: Quien tentado sea por el demonio de las musas, / y en especial por la helénica Polimnia, / justamente olvidada / y se ponga a producir poemitas, / corre el riesgo seguro de nunca alcanzar gloria, / mucho menos fortuna. / Sólo en extraños casos lo consiguen / algunos elegidos, / y casi siempre por razones / ajenas a la literatura. / (…) ¡Alto, poetastros, cuidado con el verso! / porque muerde mas fuerte que los canes.

*Escritor